“Queremos
discutir ausentismo de alumnos y docentes, iniciar un proceso de
evaluación de docentes...pero si no se llegara a un acuerdo no hay
razón para dejar de brindar el servicio educativo”.
“Ratificamos
las evaluaciones a los alumnos y vamos a incorporar en 2012, como
dijo la Presidenta en su discurso de asunción, las evaluaciones a
los docentes con la expectativa de iniciarlas en el próximo ciclo
lectivo”
Alberto
Sileoni, Ministro de Educación de la Nación.
Un
poco de historia
En los
últimos tiempos se ha iniciado la implementación de un proceso de
evaluación externo en la Ciudad de Buenos Aires. Creemos que su
análisis, y la adopción de una postura en consecuencia, requieren
de su contextualización histórica y regional.
La idea
de someter a una evaluación externa a los docentes comenzó a
implementarse en América Latina en el marco de la ofensiva
neoliberal desde los años 80, que pretendía introducir la lógica
empresaria en todos los ámbitos, siendo su caso más conocido, el
chileno. En nuestro país en los 90’ se introdujeron como paso
previo, de la mano de Daniel Filmus y otros tecnócratas, las pruebas
PISA (*) a los alumnos, para luego avanzar en evaluar a los docentes,
achacándoles la responsabilidad absoluta en los resultados obtenidos
por los estudiantes. Sin embargo, en un marco de crisis como la de
hace una década culpabilizar a los docentes carecía de suficiente
credibilidad social y el proyecto se retrasó, pero no se revirtió.
Hoy en
día, con la mejora relativa en la situación socioeconómica,
nuevamente el gobierno nacional y los locales vuelven a insistir.
Como era de esperar, el gobierno de Macri picó en punta en cuanto a
mecanismos para culpabilizar a los trabajadores, en este caso a los
docentes. El mismo Ministro Bullrich ha reconocido que en un marco en
que se destina el 6% del PBI a la educación (aunque en los 90’ se
destinaba el 5% del PBI y hoy se incluyen los crecientes subsidios a
la educación privada y subsidios indirectos a empresas vía otros
ministerios) es necesario encontrar a los culpables de los malos
resultados de los alumnos en pruebas como las PISA.
Claro
está, como hace hasta el Banco Mundial cuando habla de Educación,
los gobiernos intentan ser políticamente correctos y afirman que la
evaluación no tendrá carácter punitivo sino formativo, apuntando a
detectar fortalezas y debilidades a fin de lograr una mejora en la
educación. Lo llamativo es que cuando se analiza el discurso en
otros países como Chile (modelo del que se quieren diferenciar) las
argumentaciones a favor de evaluar sostienen exactamente lo mismo
(como veremos en próximas notas).
¿Evaluar
para qué?
Se supone
que la evaluación apuntaría a mejorar la educación y no a evadir
culpas gubernamentales dirigiendo toda la responsabilidad a los
docentes. Sin embargo, de ser así, deberían estar claras una serie
de interrogantes que hasta hora los distintos niveles del gobierno
han estado lejos de responder.
Por
ejemplo, cuáles son los objetivos y función social del sistema
educativo, qué tipo de alumnos se propugna, en función de lo cual
evaluar y diagnosticar lo existente. Con qué instrumentos se va a
evaluar, quiénes evaluaran, con qué recursos.
Nuestra
hipótesis es que estas cuestiones no se responden por sus costos
políticos en un contexto donde las escuelas se caen a pedazos; los
salarios docentes se deprimen; donde la escuela pública se vuelve un
espacio de contención de los marginados mientras se destinan cada
vez más recursos a la educación privada; donde hay que aprobar a
los estudiantes como sea para mejorar las estadísticas y no por su
propio bien. No se responden porque en este contexto no hay nada
mejor que un instrumento como la evaluación externa individual. La
misma permite culpar a los docentes y puede ser usada como amenaza
para acallar protestas, además de generar la competencia entre
quienes deberían trabajar juntos.
Una vez
más permite responsabilizar a los trabajadores por los grandes
problemas sociales, esos trabajadores que “extorsionan a la
sociedad” reclamando un salario y condiciones de vida decorosas en
su “egoísmo sin límites”.
Adicionalmente,
permite profundizar el modelo de negocios y prebendas en torno a la
capacitación docente de la que participan entidades privadas y
burocracias sindicales.
Desarrollar
lo existente
Sin
embargo, como docentes tenemos claro la utilidad de la evaluación de
nuestra práctica docente, pero teniendo en cuenta todas las
problemáticas que ningún gobierno ha sabido responder durante
tantos años. De hecho, los docentes ya contamos con mecanismos de
evaluación. Por ello, creemos que los mismos pueden ser modificados
para permitir mejorar las prácticas educativas de modo que el
sistema educativo colabore a la constitución de una sociedad más
justa e igualitaria; un instrumento de las necesidades de las grandes
mayorías.
Siendo la
educación un proceso colectivo creemos que una evaluación y la
formación docente debería darse en forma conjunta entre todos los
docentes de la escuela como parte del trabajo cotidiano. Claro está
que eso implicaría invertir en cuestiones que los gobiernos no están
dispuestos a ceder. Implicaría contar con infraestructura escolar
para desarrollar esta tarea; implicaría para los docentes tener
menos horas frente a clase (por ende más docentes trabajando) para
en el resto de las horas pagas realizar la evaluación formación;
implicaría pagar por tareas que hoy los docentes hacemos
gratuitamente en silencio y sin que la sociedad lo vea; implicaría
eliminar el curro de los cursos-puntaje como negocio privado o
prebenda de la burocracia sindical; implicaría poner sobre el tapete
a las políticas educativas; implicaría medidas de alto impacto
pedagógico como reducir el número de alumnos por curso; implicaría
mejorar el nivel de los institutos de formación docentes, y un largo
etcétera.
Ya que
nuestros gobiernos insisten en imitar los ejemplos extranjeros
(Chile, Estados Unidos, Ecuador, etc.) ¿por qué no se fijan que la
misma UNESCO señala que los países con mejores resultados
educativos (arquetípico es Finlandia) son aquellos en los que la
evaluación externa ni siquiera se debate y se entiende la evaluación
como una reflexión colectiva para el desarrollo y la motivación
docente; donde la docencia tienen un alto reconocimiento social que
genera la confianza de los distintos actores educativos (todo lo
contrario a lo que se promueve en nuestro país)? En definitiva donde
no se olvida que el mejor estímulo para mejorar y aprender es el
convencimiento interno de ello.
Una vez
más, los gobiernos nos ponen en la disyuntiva entre la pasividad
cómplice de la degradación de la educación o la lucha para darle
sentido a nuestra tarea e insertarla en las necesidades del
trabajador.
(*)
Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, en inglés
(Program for International Student Assessment) se basa en el
análisis del rendimiento de estudiantes a partir de unos exámenes
mundiales que se realizan cada tres años.
Fuentes:
Cox, Cristian.(2000). Políticas Educacionales en el cambio de siglo.
"las reformas del sistema escolar de Chile". Universitaria:
Santiago de Chile Manzi, Jorge. La evaluación Docente en Chile.
Universidad Católica de Chile: 2011
Casanova Casanova, Mª Antonia Giroux. H. A (1999) Manual De
Evaluación Educativa, 5ª edición, Barcelona, Madrid. Editorial La
Muralla, S.A
Cornejo, R. y Redondo, J. (2001) El clima escolar percibido por los
alumnos de enseñanza media. Una investigación en algunos liceos de
la Región Metropolitana Revista Última Década N° 15, pp. 11-52,
Centro de Investigación y Difusión Poblacional de Achupallas, Viñas
del Mar, Chile
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