Durante
la última etapa del año pasado, los trabajadores docentes de la
Ciudad de Buenos Aires enfrentamos el proyecto de ley impulsado por
el gobierno porteño, que se constituyó en una violación de nuestro
estatuto al derogar las Juntas de Clasificación y de Disciplina.
La lucha
desarrollada en defensa de las juntas se erigió en una de las más
importantes que hemos protagonizado los docentes de la ciudad en los
últimos años. La política antieducativa del gobierno despertó la
indignación de miles de maestros a lo largo y a lo ancho de la
capital.
Sin
embargo, pese a los paros masivos, a las movilizaciones y a un
sinnúmero de actividades que hemos llevado adelante, no pudimos
detener el atropello del gobierno y el proyecto, finalmente, se
aprobó.
El
proceso de organización y lucha
Al irnos
interiorizando de la existencia del proyecto de ley y, sobre todo, de
su contenido, los docentes fuimos informándonos y debatiendo sobre
sus alcances. Primero, en forma aislada y desorganizada, en las salas
de maestros y en los recreos. Después, en reuniones y asambleas de
escuela. Este proceso de debate entre nosotros ha sido muy rico y nos
ha permitido estrechar nuestros lazos en torno a una problemática
común: la defensa del carácter público de la educación y la
transparencia en la designación de nuestros cargos.
Los
primeros paros lanzados por los sindicatos tuvieron una adhesión
casi total. Muchos docentes realizaban un paro por primera vez y
mucho otros volvían a parar, nuevamente, después del asesinato de
Carlos Fuentealba en 2007. Sin embargo, las primeras movilizaciones,
nos encontraron algo desorganizados, generando que muchos compañeros
no participaran de ellas, pero, aún así, fueron muy grandes.
Posteriormente,
la organización fue avanzando: se extendieron las asambleas en
muchas escuelas, se desarrollaron asambleas distritales en casi toda
la ciudad y se instrumentaron volanteadas, charlas, radios abiertas,
cortes de calle, festivales y demás actividades para difundir
nuestro conflicto en la comunidad educativa. Al mismo tiempo se
fueron organizando mejor las movilizaciones, haciendo carteles y
banderas en las escuelas y en los distritos y movilizando
organizadamente desde cada barrio a manifestar nuestro rechazo frente
a la legislatura porteña. Un hecho que marco uno de los momentos más
altos de esta lucha, ha sido una asamblea masiva (en la que el único
sindicato presente fue Ademys) realizada en las puertas de la
legislatura que debatió y voto medidas de fuerza para continuar la
pelea.
Toda esta
lucha, fue avalada mayoritariamente a través del voto del 70% de los
docentes, en las elecciones de juntas.
Legisladores,
barrabravas y policías…
El
conflicto puso de manifiesto la decisión política de promulgar el
proyecto de ley que ataca nuestras juntas, por parte del gobierno del
PRO. El gobierno porteño contó, además, con la complicidad directa
del bloque de la Coalición Cívica (que presentó el proyecto del
legislador Abrevaya, que finalmente fue aprobado), de Encuentro
Porteño y Unión Federal. Sistemáticamente, el gobierno de la
ciudad se negó a entablar el diálogo y a implementar cualquier tipo
de consulta con la docencia. Desde la cartera de educación atacaron
los paros, amenazando con los descuentos para implementarlos
compulsivamente en el mes de noviembre. A la condena de los paros, se
sumó la voz del ministro de educación nacional, Sileoni, quien
afirmó que no teníamos ninguna razón para hacer paros, apoyando,
de este modo, la iniciativa del macrismo.
Para
garantizar la aprobación, Macri recurrió a su barrabrava, que nos
patoteó mientras nos manifestábamos en las puertas de la
legislatura. Luego, la policía nos reprimió lanzando agua, gases
lacrimógenos y balas de goma desde el interior del palacio
legislativo.
Finalmente,
27 legisladores avasallaron la voluntad de más de 30.000 docentes.
El rol
de los sindicatos
En primer
lugar, es necesario remarcar que los docentes de la ciudad
desarrollamos esta lucha aislados del resto de los docentes del país.
Y esto ha sido así, no por el desdén de nuestros compañeros de las
provincias, sino por la inacción de la CTERA. La CTERA nos dejó
solos, como antes había abandonado a su propia suerte a los docentes
de Santa Cruz. ¡Qué distinto hubiese sido si nuestra lucha era
fortalecida por el apoyo de toda la docencia del país, mediante un
paro nacional!
Ninguna
de los sindicatos de la ciudad estuvo a la altura de las
circunstancias. En lugar de representar la voluntad de dar batalla
que demostró varias veces la docencia, se limitaron a organizar
paros aislados, que no formaron parte de un plan de lucha.
Concretamente la docencia, se vio a sí misma desorientada al parar y
movilizar en defensa del estatuto, pero sin saber cómo se proponía
seguir. Esta situación de incertidumbre generada desde las
conducciones sindicales hizo dudar a muchos de la eficacia real de
las medidas de fuerza. Por esa razón, en el transcurso del
conflicto, y con el agravante de la amenaza de los descuentos, hizo
que muchos compañeros abandonaran la pelea.
Un
conflicto como el del año pasado debía haber contado con un plan de
lucha puntual, en el que cada medida esté comprendida en un plan
general de acciones a seguir y que previera la gravedad de los
descuentos organizando, por ejemplo, un fondo de huelga, para que la
cuestión económica no minara nuestra lucha. En este sentido, la
lucha se hubiese desarrollado con otras características, por
ejemplo, con paros progresivos y con la nacionalización del
conflicto.
Ademys
intentó, en el tramo final del conflicto, implementar un plan de
lucha con el paro de 48hs, el acampe y el bloqueo de la legislatura.
Sin embargo, no había planificación alguna sobre qué hacer si el
proyecto era aprobado, como lo fue.
La
dirección de la UTE, el sindicato base de la CTERA y el mayoritario
y de mayor influencia de la ciudad, tuvo la máxima responsabilidad
en la derrota sufrida. En los pocos plenarios en los que nos convocó
durante el conflicto, se negó, pese a los innumerables mandatos de
escuela, a impulsar un plan de lucha sostenido. Se resistió,
también, a plantearle a la CTERA un paro nacional, pese al
insistente reclamo de delegados y representantes de escuela. ¿Por
qué? Porque su conducción no responde al mandato de los docentes
que día a día trabajan en las escuelas, sino a los intereses del
gobierno nacional.
Lo
cierto, es que el empuje desde abajo, desde las escuelas, obligó,
más de una vez, a las conducciones sindicales a impulsar el paro y
la movilización.
Lo que
dejó el conflicto
El
balance del conflicto, como todo fenómeno social, es complejo y
contradictorio. Si bien, los docentes vimos cómo los legisladores
porteños avasallaron nuestro estatuto y no logramos ponerle freno a
la avanzada antieducativa del macrismo, la pasada lucha nos hizo
tomar conciencia de la necesidad de organizarnos en defensa de la
educación pública, desde cada escuela, desde cada distrito. Y este
es, sin dudas, el aspecto positivo que dejó nuestra lucha.
Debido a
la experiencia que protagonizamos, ahora estamos en mejores
condiciones para abordar las luchas futuras. Conocemos la
potencialidad de nuestra propia fuerza, el rol de los gobiernos que
se desentienden del sostenimiento de la escuela pública y el papel
que juegan los sindicatos que no representan genuinamente a los
trabajadores.
El pasado
conflicto, nos deja la convicción de que, para defender
efectivamente la educación pública, debemos avanzar en la
organización de los docentes a través de la afiliación sindical
para ser partícipes de la toma de decisiones, en la promoción de
delegados en cada escuela, en la coordinación distrital, mediante
las asambleas y demás ámbitos de reunión y participación y,
fundamentalmente, para recuperar la UTE para ponerla al servicio de
los intereses de los trabajadores.
¿En qué consiste la nueva ley?
Principalmente,
la ley aprobada modifica los artículos 10 y 11 del Estatuto Docente.
Se crea
la COREAP (Comisión de Registro y Evaluación de Antecedentes
Profesionales), dependiente del Ministerio de Educación, y las
Juntas de Clasificación y seguimiento de Concursos Docentes.
La COREAP
tiene como función la inscripción, clasificación y la
instrumentación de los concursos docentes. Estará integrada por 3
miembros dispuestos por el Poder Ejecutivo. Éstos durarán un año y
podrán ser redesignados indefinidamente.
Las
Juntas de Clasificación y Seguimiento de la Clasificación y
Concursos Docentes estarán integradas por cinco (5) miembros de los
cuales tres (3) serán elegidos por el voto directo, secreto y
obligatorio del personal docente titular y dos (2) designados por el
Ministro de Educación. Las juntas de Primaria y Media estarán
integradas por ocho (8) miembros, seis (6) elegidos por el voto
directo de los docentes y dos (2) designados por la COREAP.
¿Por
qué defender nuestro estatuto?
Nuestro
estatuto representa casi un siglo de largas luchas (*). De las cuales
surge en 1958 la sanción de la Ley 14.473 del Estatuto Nacional
Docente. A partir de ese momento se materializan los reclamos
postergados por años, como son la estabilidad laboral, las
remuneraciones, el ascenso a los cargos por concursos, el sistema de
Licencias, la capacitación, participación en el gobierno escolar
mediante las Juntas de Clasificación y Disciplina, etc.
Dicha Ley
sirvió como base a todos los distritos nacionales para la
elaboración de sus estatutos, que en 1976 fueron derogados por la
dictadura militar. Recién en 1984 se sanciona en Capital Federal lo
que hoy es nuestro estatuto a través de la Ordenanza Nº 40.593.
Dicha ley
fue un producto de largos debates y mucha participación docente.
A partir
del 84’ se abre un período de debate escuela por escuela con la
intención de materializar un estatuto propio. El mecanismo
consistía en abrir el debate dentro de cada escuela, del cual surgía
un mandato que era llevado por el delegado a una asamblea distrital
y más tarde a una reunión de toda la Capital Federal. De ésta
manera es que nace lo que hoy es nuestro Estatuto.
(*) Las
primeras luchas docentes se registran desde principio del siglo XX,
junto a la creación de la Confederación Nacional de Maestros
(1910) y la Liga Nacional de Maestros (1916).
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